Este reducto es la mal llamada Unidad de “Trastornos” de Identidad de Género (UTIG), cuyo equipo médico, liderado por el Dr. Antonio Becerra, especialista en Endocrinología, llega a ejercer de hecho, no sólo como policía, sino como tirano del género, con capacidad para imponer a sus pacientes una forma de vestir, comportarse o relacionarse en su entorno familiar y laboral, bajo amenaza de no permitirles el acceso a tratamientos tales como la hormonación o las cirugías si no cumplen con sus exigencias.
Como excusa para imponer esa tiranía utilizan el “test de la vida real” (TVR), práctica que ha sido amplia y reiteradamente reconocida como obsoleta y no exigible, remozada ahora, en un torpe intento de disimulo que a nadie engaña, con el nombre de “experiencia de la vida real” (EVR), que se convierte fácilmente en una voluntad de vida irreal.
La EVR consiste en exigir a cada paciente que asuma el rol del género elegido como condición imprescindible antes de ser consideradx idónex para someterse a la cirugía de reconstrucción genital. Para ello se requiere que adapten su comportamiento a los criterios y prejuicios arbitrarios de lo que, en opinión de quienes forman parte del equipo médico, debe ser una mujer o un hombre, dictándoles unas pautas de comportamiento a seguir en ámbitos de la más estricta intimidad personal, como es el familiar, o en el ámbito laboral. Se toma un estilo convencional de ropa y arreglo como el único aceptable, excluyendo las preferencias y las adaptaciones personales. En el caso de las mujeres, se les indica explícitamente que deben adquirir la ropa en tiendas de mujer, o en la sección femenina de las tiendas mixtas, prefiriendo las faldas a los pantalones, y las prendas ajustadas y escotadas a las amplias y ambiguas, exigiendo la utilización de bolsos, maquillaje y tintes de pelo, descartando la utilización de mochilas, señalando que, además, el resultado conjunto debe darles, al equipo, la impresión subjetiva de que se está ante una mujer, y llegando incluso al extremo de permitirse hacer observaciones respecto a la adecuada proporción del tamaño de los senos.
Además, se suma la opacidad inesperada e inaceptable de un sistema de salud público que no garantiza sin embargo que a lxs pacientes les sean facilitados por escrito los protocolos médicos, cerrándoles toda vía de reclamación en el caso de que las prácticas médicas no se adecuen a dichos protocolos, o en el caso de que los protocolos vulneren sus derechos, por no poder apoyar sus reclamaciones en ninguna prueba excepto su propio testimonio. Esta situación de indefensión deja a las personas trans a merced de los caprichos de unos médicos con una concepción binarista, anticuada y sexista de lo que es un hombre y una mujer. Por todo ello, lxs pacientes de todas las U “T” IG del Estado Español, y en concreto de la UAIG de Madrid, temen que si protestan o se enfrentan a lxs facultativxs, se les denegará, en represalia, el acceso a los tratamientos, o que este será pospuesto una y otra vez de manera indefinida con cualquier excusa.
Después de décadas de la lucha feminista y del movimiento GLBT, estamos cansadxs de que los cuerpos en transición, continúen siendo el campo de batalla por la lucha de la supremacía heteropatriarcal y binaria. Estamos cansadxs de la colonización de nuestros cuerpos e identidades, de que se nos nieguen derechos fundamentales como el libre desarrollo de la personalidad, la libertad de expresión, el honor, la intimidad y la propia imagen. Estamos hartxs de que se nos arrebate la autonomía y el control de nuestros cuerpos si no es para encarnar a través de ellos la imagen de la virgen, la madre, la amante esposa, el descanso del guerrero, la esclava, la sierva o la seductora.
Por todo ello exigimos:
- Eliminación del test o experiencia de la vida real, o cualquier otro requisito previo al acceso a los tratamientos médicos que impida a lxs pacientes el disfrute de los derechos que les han sido reconocidos tanto por la Constitución como por cualquier otra disposición normativa.
- Que las U “T” IG dejen de ser lugares de vigilancia, adoctrinamiento e imposición del género binario, incluyendo el cese de la violencia de las coacciones normativas ejercida sobre aquellas personas con identidades de género no binarias.
- Que se retire a los equipos médicos de las U “T” IG la atribución del papel de juez, juradx y verdugx en todo lo referente a las decisiones sobre el cuerpo de las personas trans, considerando que lxs únicxs legitimados para decidir son, precisamente, lxs destinatarixs de dichos tratamientos.
- Que se facilite a lxs pacientes trans lo que sí necesitan: acompañamiento, apoyo e información a lo largo de su proceso de transición, posibilitando la toma de decisiones meditadas, con autonomía y libertad.
- Información veraz, completa, y precisa, en términos comprensibles para cualquiera que carezca de conocimientos médicos, de los protocolos a seguir en las UTIG, garantizando que dicha información se proporcionará a los pacientes de forma oral en todo caso, y por escrito siempre que así lo soliciten
Es un caso extremo, pero no único, que materializa lo que es el binarismo y la esperanza de que se vea que la realidad es el No-binario. Empieza por la opresión que sufre una persona transexual a la que se le amenaza con impedirle seguir el tratamiento si no obedece a los estereotipos más convencionales de género, pero se abre a que todos, todas y todes, podamos reflexionar sobre la gama de condicionamientos que hemos interiorizado por el estricto Código de Género, binario y penal. ¡Se puede ser muy masculino, se puede ser muy femenina, pero no a la fuerza, no excluyendo cualquier matiz personal! ¡Se puede ser ambiguo, y que no te obliguen, so pena de mil sufrimientos, a no adaptarte a uno de los dos estereotipos!
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